Eric Toledo: Desde los Concierto de Heavy Metal a instructor deportivo – Quilinic el Diario

Eric Toledo: Desde los Concierto de Heavy Metal a instructor deportivo

        Entrevista a Eric Toledo, instructor de Kickboxing de talleres municipales en Quilicura

          De la barra y los conciertos de heavy metal a los tatamis de Quilicura. La historia de Eric Toledo Corvalán es un testimonio de transformación personal y comunitaria. Hoy, convertido en instructor de kickboxing, cinturón negro primer Dan, miembro activo de Organización WKL, lidera un taller gratuito municipal que recibe a decenas de alumnos cada semana. En esta entrevista, Eric repasa sus orígenes, su camino marcial y el impacto social que ha logrado en su comuna.

—Eric, ¿cómo recuerdas tu juventud antes de entrar al mundo de las artes marciales?

Fui barrista, metalero, andaba en conciertos y estadios, pero nunca fui delincuente. Era la vida que llevaba en ese tiempo: hacer la previa con los amigos, a veces irnos a la playa, disfrutar de una época donde no tenía muchos compromisos. Era un camino distinto al que sigo hoy.

—¿En qué momento aparece el deporte como una alternativa de vida?

La conexión con el deporte llegó tarde, alrededor de 2010. Estaba grande y sentí que tenía que cambiar mi vida. Así empecé con el taekwondo. Me fue bien, incluso gané torneos nacionales, pero sentía que me faltaba algo. El taekwondo es técnico, por puntuación, y yo buscaba algo más completo, me faltaba boxeo. Ahí apareció el kickboxing.

—¿Qué encontraste en el kickboxing que no te daban otras disciplinas?

La combinación. El puño, la rodilla, el contacto directo. Es un deporte exigente, pero que al mismo tiempo forma carácter y disciplina. El kickboxing me dio un camino claro y me cambió la vida.

—¿Cómo fue tu primer contacto con la enseñanza?

Fue casi de improviso. Mi hija entrenaba en la escuela Bun Hua, con los profesores Diana y Emilio Reyes. Un día Diana me pidió reemplazarla en una clase. Yo no tenía tanta experiencia, pero acepté. Y ahí me di cuenta de que podía enseñar, que tenía autoridad y que los alumnos me respetaban. Me gustó. Fue el inicio de todo.

—Tuviste varios maestros en tu formación. ¿Qué significaron para ti?

Mucho. Aprendí de los maestros Rolando Cañas,  Zhuly Veloso y Lorenzo Villalobos y del Profesor Miguel Curilen, todos muy respetados en el mundo marcial. Ellos tienen toda una vida en este camino. Yo me siento un aprendiz de ellos, y siempre les he tenido admiración y respeto.

—¿Cuándo decides devolver lo aprendido a la comunidad?

Cuando entendí que el deporte podía transformar realidades. Empecé haciendo clases gratis en plazas, en sedes sociales, en parques. Llegaban niños, jóvenes, incluso papás con sus hijos. Yo los motivaba no solo a entrenar, también a cuidar su espacio: limpiar canchas, recoger vidrios, sacar basura. No era un tema de plata, era social. Ahí me di cuenta de que se podía hacer algo grande en Quilicura.

—¿Cómo reaccionó la comunidad al inicio?

Muy bien. Incluso organizamos beneficios para vecinos que lo necesitaban, como juntar mercadería o dinero para una persona enferma. A veces no teníamos mucho, pero siempre hicimos actos solidarios. Eso fue generando respeto y apoyo de la gente.

—¿Cómo llegaste al taller municipal que hoy lideras?

Lo que hacíamos empezó a sonar en redes sociales y llamó la atención de la municipalidad. Me invitaron a presentar un proyecto y gracias al apoyo de la alcaldesa abrimos talleres gratuitos. Hoy somos pioneros en la zona norte en ofrecer kickboxing sin costo.

—¿Cuántos alumnos participan actualmente?

Entre cincuenta y setenta por clase, los martes y viernes en el gimnasio municipal. Tenemos niños desde ocho años hasta un adulto mayor de ochenta y dos que trabaja como jardinero en la comuna. Es una mezcla hermosa, porque el deporte une generaciones.

—¿Has visto historias de transformación entre tus alumnos?

Sí, muchas. Tengo un alumno que sufría bullying terrible. Sus papás llegaron desesperados. Lo recibí de cinturón blanco y hoy es cinturón verde, con confianza y técnica. Me acompaña a todos lados. Sus papás me agradecen el cambio que ven en él. Eso para mí vale más que cualquier trofeo.

—También tienes alumnos que ya compiten, ¿no?

Sí, actualmente hay tres semiprofesionales. Uno de ellos, un joven haitiano, ha destacado bastante y lo han entrevistado en radios y programas. Pero más allá de los logros deportivos, me importa que se formen como personas.

—¿Qué tipo de ambiente se vive en tu taller?

De compañerismo total. Tenemos alumnos con TEA, con historias difíciles, incluso casos de abuso. Nos apoyamos entre todos. Si un compañero está mal, hacemos una vaquita, juntamos mercadería, lo ayudamos. Es un grupo muy unido.

—¿Cómo compatibilizas esta labor con tu vida personal?

No es fácil. A veces entreno enfermo, otras dejo a mi familia de lado. Entreno con los cabros a las cinco de la mañana, a las nueve de la noche. No tengo mucho descanso, pero me gusta. Este trabajo calza conmigo al 100%. Lo amo.

—¿Qué sueñas hacia adelante?

Siempre quise ser profesor y lo logré. Ahora sueño con que desde Quilicura salgan peleadores que compitan fuera de Chile. Pero, sobre todo, quiero que sigamos formando personas de bien, que se alejen de la calle y encuentren un propósito. Si de veinte cabros logramos que seis cambien su vida, eso ya es un éxito.

—¿Qué mensaje le dejas a los jóvenes de la comuna?

Que se atrevan. El primer paso es el más difícil. En el kickboxing hay contacto, sí, pero también hay respeto y amistad. Es un camino que ayuda a bajar la ansiedad, a fortalecer el carácter y a descubrir lo mejor de uno mismo.